“Cuando Aomame todavía no había cumplido los veinte, por algún motivo que desconocía, empezó a sentirse atraída por los hombres de mediana edad cuyo pelo comenzaba a ralear.
Prefería que les quedara un poco de pelo antes que estuvieran completamente calvos. Pero no bastaba con que el pelo les raleara. La forma de la cabeza debía ser la adecuada. Su calvicie ideal era la de Sean Connery. Era sexy, con una bella cabeza. Sólo de mirarlo, el corazón se le ponía a cien.
La forma de la cabeza del hombre que se encontraba sentado a dos asientos de distancia de ella, en la barra del bar, no estaba nada mal. Por supuesto, no poseía los rasgos de Sean Connery, pero tenía cierto aire. La línea de nacimiento del cabello retrocedía al fondo de la frente, y el poco pelo que le quedaba hacía pensar en una pradera a finales de otoño cubierta de escarcha. Aomame alzó un poco la vista de las páginas del libro y apreció la forma de la cabeza del hombre durante un instante. No tenía unos rasgos particularmente impresionantes. No estaba gordo, pero la papada empezaba a caerle un poco. Bajo los ojos también tenía.
Cuando el barman le trajo el menú y una toallita húmeda, el hombre pidió un highball de whisky escocés sin mirar el menú. «¿Desea alguna marca en especial?», le preguntó el barman. «No tengo ninguna preferencia. Me vale cualquiera», dijo el hombre.
Hablaba con un tono calmo y sereno. Se percibía cierto acento de la región de Kansai. De pronto, el hombre preguntó si tenían Cutty Sark. El barman le respondió que sí. «No está mal», pensó Aomame. Le causó buena impresión que no hubiera elegido un Chivas Regal o un refinado single malt. Aomame opinaba, personalmente, que quienes se paraban más de lo necesario a elegir el tipo de bebida en un bar por lo general eran Cándidos en el sexo. Desconocía el motivo.”
( “1Q84" Haruki Murakami. )

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